FRAGMENTOS DEL MODERNISMO Y DEL 98 PARA EDUCAR EN LA LITERATURA
1. EL MODERNISMO
La crisis espiritual. Sensaciones de soledad, de melancolía, de tristeza,
de desarraigo de una sociedad que no puede ni quiere comprender al
artista. Esta crisis provocará la exaltación de todo aquello que vaya
contra lo racional y real, y así, entrarán en sus obras lo pasional, lo
fantástico, el misterio, los sueños...
Me he asomado por la verja
del viejo parque desierto:
todo parece sumido
en un nostálgico sueño.
Sobre la oscura arboleda,
en el transparente cielo
de la tarde, tiembla y brilla
un diamantino lucero.
Y del fondo de la umbría
llega acompasado el eco
de algún lago que se queja
al darle una gota un beso.
Mis ojos pierdo, soñando,
en la bruma del sendero;
una flor que se moría
ya se ha quedado sin pétalos.
De una rama amarillenta,
al temblar el aire fresco,
una pálida hoja mustia
dando vueltas cae al suelo.
Ramas y hojas se han movido,
un algo turba el misterio;
de lo espeso de la umbría,
como una nube de incienso,
surge una virgen fantástica
cuyo suavísimo cuerpo
se adivina vagamente
tras blanco y flotante velo;
sus ojos clava en los míos
y entre las sombras huyendo,
se pierde callada y triste
en el fondo del sendero.
Desde el profundo boscaje
llega monótono el eco
de algún lago que suspira
al darle una gota un beso.
Y allá sobre las magnolias,
en el transparente cielo
de la tarde, tiembla y brilla
una lágrima-lucero.
El jardín vuelve a sumirse
en melancólico sueño,
y un ruiseñor dulcemente
gime en el hondo silencio.
(Rimas 1902) Juan Ramón Jiménez
La expresión
de estos sentimientos angustiados la realizarán por medio de
símbolos Como‘la tarde’, ‘el otoño’, ‘los parques’…
La evasión. Este tema deriva del anterior: el escritor se
encuentra inmerso en una realidad que le disgusta y tiene que manifestar
su disconformidad de alguna manera. Algunos autores intentarán transformar
la realidad mediante la crítica y la acción política.
“Yo
soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma”
Rubén Darío
pero la
mayoría preferirá olvidarse de esa realidad, escaparse de ella,
“La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
Que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
Está mudo el teclado de su clave sonoro;
Y en el vaso olvidada se desmaya una flor…”
Rubén Darío
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón de aquel mi huerto florido y
encalado,
mi espíritu errará, nostálgico.
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
J. R. Jiménez
La prosa poética
“Platero y yo”
de J.R.Jiménez. http://albalearning.com/audiolibros/jrjimenez/platero.html
Capítulo 1: Platero
Platero es
pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que
no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro.
Lo dejo
suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas
apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente:
¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé
qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le
doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar;
los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y
mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro como
de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del
pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan
mirándolo:
—Tien’
asero…
Capítulo 2: Mariposas blancas
Tiene acero.
Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
La noche
cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes perduran tras la
torre de la iglesia. El camino sube, lleno de sombras, de campanillas, de
fragancia de hierba, de canciones, de cansancio y de anhelo.
De pronto, un
hombre oscuro. con una gorra y un pincho, roja un instante la cara fea por la
luz del cigarro, baja a nosotros de una casucha miserable, perdida entre sacas
de carbón. Platero se amedrenta.
—¿Ba argo?
—Vea usted...
Mariposas blancas...
El hombre
quiere clavar su pincho de hierro en el seroncillo, y no lo evito. Abro la
alforja y él no ve nada. Y el alimento ideal pasa, libre y cándido, sin pagar
su tributo a los Consumos...
Capítulo 3: Juegos de anochecer
Cuando, en el
crepúsculo del pueblo, Platero y yo entramos, ateridos, por la oscuridad morada
de la calleja miserable que da al río seco, los niños pobres juegan a
asustarse, fingiéndose mendigos. Uno se echa un saco a la cabeza, otro dice que
no ve, otro se hace el cojo...
Después, en
ese brusco cambiar de la infancia, como llevan unos zapatos y un vestido, y
como sus madres, ellas sabrán cómo, les han dado algo de comer , se creen unos
príncipes:
—Mi pare tie
un reló e plata.
—Y er mío, un
cabayo.
—Y er mío, una
ejcopeta.
Reloj que
levantará a la madrugada, escopeta que no matará el hambre, caballo que llevará
a la miseria... El corro, luego. Entre tanta negrura, una niña forastera, que
habla de otro modo, la sobrina del Pájaro Verde, con voz débil, hilo de cristal
acuoso en la sombra, canta entonadamente, cual una princesa:
Yo soy laaa
viudita
del Condeee de
Oréé...
...¡Sí, sí.!
¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al amanecer vuestra adolescencia, la
primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno.
—Vamos,
Platero...
Valle Inclán
Fragmento de “Sonata de Primavera”
La biblioteca tenía tres puertas que daban sobre una
terraza de mármol. En el jardín las fuentes repetían el comentario voluptuoso
que parecen hacer a todo pensamiento de amor, sus voces eternas y juveniles. Al
inclinarme sobre la balaustrada, yo sentí que el hálito de la Primavera me
subía al rostro. Aquel viejo jardín de mirtos y de laureles mostrábase bajo el
sol poniente lleno de gracia gentílica. En el fondo, caminando por los
tortuosos senderos de un laberinto, las cinco hermanas se aparecían con las faldas
llenas de rosas, como en una fábula antigua. A lo lejos, surcado por numerosas
velas latinas que parecían de ámbar, extendíase el Mar Tirreno. Sobre la
playa de dorada arena morían mansas las olas, y el son de los caracoles con que
anunciaban los pescadores su arribada a la playa, y el ronco canto del mar,
parecían acordarse con la fragancia de aquel jardín antiguo donde las cinco
hermanas se contaban sus sueños juveniles, a la sombra de los rosáceos
laureles.
2. LA GENERACIÓN DEL 98
Antonio Machado
Caminos
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos…
¡Ay, ya no puedo caminar con ella!
El mañana efímero
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
VII Campos de Soria
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas
roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros
encinares,
ariscos pedregales, calvas
sierras,
caminos blancos y álamos del
río,
tardes de Soria, mística y
guerrera,
hoy siento por vosotros, en el
fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de
Soria
donde parece que las rocas
sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas
plateadas,
grises alcores, cárdenas
roquedas!...
A orillas del Duero (Campos de Castilla)
…El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aun van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aun el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra…
Pio Baroja: Las inquietudes de Santhi Andía.
(Nuestra gran aventura – fragmento)
Cuando vi que
el Stella Maris quedaba abandonado, se me ocurrió el proyecto de ir
hasta él y reconocerlo. Tenía la ilusión de que, por una casualidad, pudiese
quedar a flote. Al exponer mi plan a Zelayeta y Recalde les produjo a los dos
un entusiasmo asombroso.
Decidimos
esperar a que cesaran las lluvias; tuvimos que aguardar todo el invierno. Las
fantasías que edificamos sobre el Stella Maris no tenían fin: lo
pondríamos a flote, llevaríamos a bordo el cañón enterrado en la cueva próxima
al río, y nos alejaríamos de Lúzaro disparando cañonazos.
Un día de
marzo, sábado por la tarde, de buen tiempo, fijamos para el domingo siguiente
nuestra expedición.
Yo advertí por
la noche a mi madre que íbamos los amigos a Elguea, y que no volveríamos hasta
la noche.
El domingo al
amanecer, me levanté de la cama, me vestí y me dirigí de prisa hacia el pueblo.
Recalde y Zelayeta me esperaban en el muelle. Zelayeta dijo que quizá fuera
mejor dejar la expedición para otro día, porque el cielo estaba oscuro y la mar
algo picada; pero Recalde afirmó que aclararía.
Ya decididos,
compramos queso, pan y una botella de vino en el Guezurrechape del
muelle; bajamos al rincón de Cay Erdi donde guardaba sus lanchas
Shacu; desatamos elCachalote y nos lanzamos al mar. Llevábamos un ancla
pequeña de cuatro uñas, atada a una cuerda, y un achicador consistente en una
pala de madera para sacar agua.
El viento
soplaba con fuerza, en ráfagas violentas; las olas batían las rocas del Izarra
produciendo un estruendo espantoso y llenándolas de espuma.
Pasamos por
delante de Frayburu, la peña grande, negra, la hermana mayor de las rocas del
Izarra, que desde el mar parece un torreón en ruinas.
Comenzábamos a
acercarnos al Stella Maris. El aspecto de la goleta con los mástiles
rotos, tumbada sobre una banda como un animal herido en el corazón, era triste,
lastimoso.
El mar chocaba
contra las peñas y sobre el costado del barco, produciendo un ruido violento
como el de un trueno; las gaviotas comenzaban a revolotear en derredor nuestro,
lanzando gritos salvajes.
Estábamos
emocionados; Zelayeta y yo creo que hubiéramos vuelto a Lúzaro con mucho gusto,
pero nada dijimos. Recalde no era de los que retroceden. Las dificultades y el
peligro le excitaban. Proponiéndole volver no le hubiéramos convencido, y,
tácitamente, los dos más reacios nos decidimos a obedecerle. Terco, pero sin
arrebatos, Joshe Mari era hábil y marino de instinto.
Sabía que
había un canalizo estrecho, de cuatro o cinco brazas, entre los arrecifes, y
quería penetrar por él para acercarse a la goleta. Muchas veces enfilamos la
entrada del canal; pero al ir a tomarlo nos desviábamos.
Recalde nos
mandaba aguantar en sentido contrario para detenernos.
-¡Ciad! ¡Ciad!
-gritaba.
Y nosotros
metíamos las palas de los remos en el agua, resistiendo todo lo posible.
Hubo un
instante en que no pudimos contrastar el impulso de una ola, y entramos en el
canalizo rasando las rocas, envueltos en nubes de espuma, expuestos a hacernos
pedazos.
Alrededor,
cerca de nosotros, todo el mar estaba blanco; en cambio, por contraste, más
lejos parecía completamente negro.
La olas
saltaban sobre las peñas con tal fuerza que, al caer la espuma en copos blancos
como nieve líquida, nos calaba la ropa.
A medida que
avanzábamos en el canal, el mar iba quedando más tranquilo; el agua verdosa,
casi inmóvil se cubría de meandros de plata.
Cuando nos
vimos en seguridad nos miramos satisfechos. Zelayeta se puso a proa con el
bichero y Recalde y yo, unas veces remando y otras empujando contra las rocas,
avanzamos despacio. De pronto, Zelayeta gritó, mientras apretaba con el
bichero:
-¡Eh! Parad.
-¿Qué pasa?
-Hay que pararse. Perdemos fondo.
-¿Qué pasa?
-Hay que pararse. Perdemos fondo.
El bote iba
rasando la roca. Nos detuvimos. Estábamos a veinte pasos del barco. Yo vi que
de la popa colgaba una braza de cuerda; salté de peña en peña y comencé a
escalar el Stella Maris a pulso.
Al asomarme
por la borda, una bandada de pájaros y de gaviotas levantó el vuelo, y tal
impresión me hicieron que por poco me caigo al mar.
Algunas de
aquellas furiosas aves me atacaban a picotazos y revoloteaban alrededor de mí
lanzando gritos agudos. Con un trozo de amarra pude defenderme y hacerlas huir.
-¿Qué pasa?
-gritó Recalde.
-Nada -dije yo-. Son pájaros. Se puede subir.
-Echa esa cuerda.
-Nada -dije yo-. Son pájaros. Se puede subir.
-Echa esa cuerda.
Les eché una
cuerda, que ataron al Cachalote, y luego, saltando como yo, de una piedra
a otra, subieron al barco.
Azorín:
“Castilla”
“…No se divisa
nada; indudablemente se ha empañado el cristal. Limpiémoslo. Ya está claro;
tornemos a mirar. Los bosques que rodeaban la ciudad han desaparecido. Allá,
por aquellas lomas redondas que se recortan en el cielo azul, en los confines
del horizonte, ha aparecido una mancha negra; se mueve, avanza, levanta una
nubecilla de polvo…”
Miguel de
Unamuno
Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos
tiene en ti cuna el Sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!
Valle Inclán y el
Esperpento
En 1920 la revista España publicó por
entregas Luces de Bohemia, cuya versión definitiva se editó en
volumen en 1924. La revista La Pluma publicó en 1921 Los
Cuernos de don Friolera, que se convertiría en libro en 1925, los únicos a
los que Valle expresamente denominó «esperpentos», término que adquiere con él
una categoría estética, de la que hasta entonces carecía.
El término esperpento aparece como concepto estético
en la famosa escena XII de Luces de Bohemia, donde se
explicita su origen y características y se expone el programa artístico -los
mecanismos de la deformación- de la nueva estética a través de la conversación
jocoseria del ciego Max Estrella y su lazarillo, Latino de Hispalis, que
deambulan por las calles de un Madrid absurdo, brillante y hambriento durante
las horas que preceden a la muerte del poeta ciego.
El punto de partida de esa conversación y la clave de
la misma es la afirmación, de que la tragedia española no es una
tragedia. Con ella Valle parece querer apuntar la idea de que la realidad
española de la época es ridícula, absurda, una deformación grotesca de
Europa, de modo que para expresarla literariamente no se pueden utilizar
los recursos propios de la tragedia clásica, que es, por definición, sublime y
sus protagonistas héroes. ¿Cómo mostrar, hacer comprensible el sentido trágico
de la grotesca vida española, sólo con una estética deformada?
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